Los colores de mi vida


Crecí en una familia muy estricta, donde el respeto por la autoridad no era una elección, sino un hecho de la vida. Mi padre era un hombre muy trabajador, y mi mamá, además de cuidar el frente de la casa, también trabajó junto a él desde que tengo memoria. No había día en que el trabajo no formara parte de nuestras vidas. Los temas de trabajo se discutían con frecuencia durante las comidas diarias, y todos aprendimos sobre las buenas y malas rachas del negocio de mi papá. Así es como aprendí el amor que mis padres tenían por lo que hacían. 

Mi padre siempre quiso que alguna de nosotras nos quedáramos a cargo del negocio que el construyó con trabajo duro y dedicación. Siendo el proveedor de la familia, su sueño era ver su negocio como una fuente de sustento para nosotras. Aunque también soñaba con disfrutar los frutos de su trabajo, nada le daba, y aún le da, más placer que ayudar a otros a ser exitosos. Sus maneras no son usualmente suaves, pero siempre genuinas. El nunca le pidió a nadie más de lo que el puede hacer y por eso trabajó largas horas para mantener su negocio.

Cuando mis hermanos y yo teníamos la edad suficiente para seguir instrucciones, pasábamos muchas horas ayudando a mi madre con el trabajo de oficina. Cada uno de nosotros jugó un pequeño papel en ayudar con el negocio. Unos más que otros, pero todos hicimos lo que pudimos. Probablemente fui el que pasó menos tiempo trabajando con ellos debido a mi elección de carrera. Sin embargo, nunca olvidé sus principios hacia el trabajo. En cada paso del camino, sentí que era mi deber asegurarme de que cada peso que invirtieran en mi educación se usara correctamente, independientemente de cuánto trabajo tomara. 

Puede que no esté al tanto de todo lo que mis padres tenían que hacer, pero las lecciones que aprendí temprano en la vida dieron forma a mi vida profesional. Estos me dieron la motivación para trabajar duro para aquellos que dependen de mí y los que me emplean. De sus experiencias, aprendí la importancia de la lealtad y la honestidad. Lealtad: devolver el tiempo invertido en capacitarme y no saltar de un trabajo a otro en beneficio propio sin pensar en el impacto que pueda tener en quienes dependen de mí; reconociendo que hay ideas planteadas en equipo que no puedo llamar propias, incluso si trabajé duro en ellas. Honestidad: cumplir con mis compromisos, sin atajos, o haciendo menos trabajo del que podía; respetar mis obligaciones profesionales y legales, por pequeñas o insignificantes que puedan parecer; ser franco en acciones o planes que podrían presentarse como deshonestos.